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martes, 22 de noviembre de 2011

Cascada de Seimeira (PR AS-116)




Distancia: 10,0 km (//v)
Desnivel acumulado de subida: 480 (420+60) m
Dificultad: Baja
Duración: 3:30 horas

AR Pumares - Cascada: 3,50 km (desnivel: 175 m, duración: 2:15 h)
Cascada - Busqueimado: 2,00 km (desnivel: 245 m, duración: 1:00 h)
Busqueimado - AR Pumares: 4,50 km (desnivel: 60 m, duración: 1:15 h)



Esta corta pero seductora ruta tiene su inicio en el área recreativa de Pumares, aldea situada cerca de Santa Eulalia de Oscos. Está balizada como PR-AS-116, por lo que la orientación no será ningún problema. Siguiendo el camino de la margen izquierda del río Agüeira, llegaremos finalmente a una deslumbrante cascada camuflada en un paraje conocido como Carreira Nova que parece casi inasequible.

El sendero discurre más o menos cercano al río Agüeira. Pasamos al principio por el pueblo de Pumares para luego continuar a través de un bosque con gran variedad de árboles, entre los que cabe destacar buenos ejemplares de castaño y roble.

Poco después de Pumares el camino asciende muy suavemente entre muros de piedra cubiertos de musgo, para luego descender hasta atravesar un pequeño puente sobre el arroyo Pradón. Una ligera subida nos aproxima al abandonado pueblo de Ancadeira donde contemplaremos una serie de edificaciones en completa ruina.

Una vez atravesado Ancadeira nos vamos internando en el Valle del Desterrado donde, al final, hay una pequeña área recreativa y dos paneles informativos: de la Leyenda del Desterrado, uno; y del uso de las “corripas” que podemos contemplar por la zona, el otro.

Al finalizar el valle el camino se divide en dos. El que continúa por la margen izquierda del río, el que tomamos, atraviesa un nuevo castañedo para comenzar a ascender hacia la cascada cuyo sonido ya venimos oyendo. Fascinante lugar que nos ofrece un espectáculo inigualable con una seimeira (como aquí llaman a las cascadas) de unos 30 m de caída y que hoy, por mor de las fechas y las recientes lluvias pasadas, acarrea abundante agua.

Reconfortados con el espectáculo regresamos por el camino de ida (unos 300 m) hasta el anterior cruce, para, ahora, atravesar el río por un pequeño puente de hormigón que nos introduce por otro valle. A través de pronunciadas revueltas nos aproximamos a Busqueimado. A la entrada del pueblo un cartel nos informa de la existencia de una capilla, de San Pedro, protegida por dos extraordinarios ejemplares de tejos. Otro bonito lugar para recordar eternamente.

Tras un breve paseo por el pueblo nos informan de la posibilidad de bajar a Ventoso y desde allí coger un sendero que nos llevaría a Ancadeira, pero parece que el camino puede estar bastante tomado. Por ello decidimos regresar al origen por el de ida y llegar a Santa Eulalia a una hora propicia para degustar su gastronomía.



Camino de Pumares

El río Agüeira como primer compañero de viaje

Puente sobre el arroyo Pradón

Camino de Ancadeira

Ancadeira

Trabajadas murias de contención

El Valle del Desterrado

Una corripa en el Valle del Desterrado

Puente que cruzaremos al regreso de la cascada

Viejo castaño camino de la cascada

La cascada de Seimeira

Un tramo del camino hacia Busqueimado

Entrando en Busqueimado

Invitación

Capilla de San Pedro y sus tejos




LAS CORRIPAS
Es muy común encontrar en los “soutos” o montes de castaños pequeñas construcciones circulares de piedra denominadas “corripas". A finales de octubre y principios de noviembre se inicia el ciclo de la recolección de las castañas que comienza con el vareo de los  erizos  “varexar” , mientras otras personas los recogen con unas pequeñas pinzas de madera denominadas "fustes” y los introducen en cestas adecuadas para transportarlos hasta las corripas, donde se taparán con hojas y rastrojos.  Al mismo tiempo se recogen las castañas que están fuera de los erizos, denominadas “castañas de destelo”, que son las que primero se consumen. Pasados dos meses se procederá  a vaciar la “corripa” de los erizos ya curtidos y las castañas que tenían dentro, consiguiendo de esta forma una mejor conservación de las mismas, que, de este modo, pueden durar hasta el mes de abril o mayo.

LEYENDA DEL DESTERRADO
Cuentan los mayores de aquí que hace muchos años habitaba en Santa Eulalia de Oscos, un señor para el que trabajaba un obediente criado.
Una tarde, regresaban de una jornada de caza y se dirigían a escuchar misa, pero se les hizo un poco tarde. El señor, que no quería perderse la celebración, ordenó al muchacho que se adelantara galopando y diera orden al cura de retrasar la ceremonia para poder llegar a tiempo. Así hizo el criado y dando fusta a su caballo llegó a la iglesia antes de iniciar la misa. Le dijo al cura que aguardase, que su amo estaba en camino, que no tardaría mucho en llegar y que tenía mucho interés en oír la misa. El párroco por el contrario, viendo que ya estaba congregado todo el concejo y pese a las súplicas del joven, se negó a retrasar la hora de inicio y comenzó la liturgia.
Cuando llegó el señor ya todos estaban abandonando la iglesia, con lo que pidió explicaciones a su criado. Después de oír su argumento, se enfureció de tal modo que le ordenó que matase al cura o que ahí mismo mandaría matarle a él. El criado viéndose tan acosado no vio otra solución que obedecer a su amo. Mató al cura con la esperanza de que no le prendieran, pero su mismo amo le delató. La pena que le correspondía al joven era morir en la horca.
Por aquellos tiempos, se daba la circunstancia de que todos los vecinos de Santa Eulalia excepto nueve pertenecían a la nobleza. Una disposición real otorgaba el título de hidalguía a todos aquellos habitantes que fuesen autosuficientes, o lo que es lo mismo aquellos que no necesitaran trabajar para nadie, ni que necesitasen comerciar con nadie. Como quiera que en los Oscos casi todas las caserías producían todo aquello que necesitaban para vivir, a muchos de sus vecinos se les dio el título de hidalgos. Estos hidalgos sin embargo no poseían riqueza y trabajaban de sol a sol para sobrevivir, pero lo cierto es que tenían título.
Llegado el día del ajusticiamiento se congregó en el lugar casi todo el concejo. Pero a la hora de levantar la horca, como los nobles no podían, por título, ejercer de verdugos, no había brazos suficientes para poder elevarla. Por ello, hubo que cambiarse la sentencia del criado y así, librado de la ejecución, se le desterró de por vida a sitio donde no oyera "carro rinchar" (carro chirriar), "galo cantar" (gallo cantar) ni "campa soar" (campana sonar). Por aquel entonces poca gente se aventuraba a ir más allá de la aldea de Ancadeira y aquí lo confinaron. Desde entonces este valle se conoce con el nombre de Valle del Desterrado.

 
 

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