Duración: 7:30 horas
La costa a esa altura del litoral asturiano presenta, nuevamente, serias dificultades para aquellos que, como nosotros, pretendan ir pegados al mar en lo posible. La hidro-orografía del terreno, con sus múltiples ríos y regatos a salvar y la inexistente conservación de gran parte de las sendas y caminos antiguos, impide el normal discurrir cerca del agua. Si bien en ocasiones pudimos aproximarnos hasta casi pisar playa, en otros casos el hacerlo rayaba en la imprudencia. ¿Desmereció esta circunstancia la excursión? Ni mucho menos. Es difícil que alguna ruta de las múltiples posibilidades de elección de que disponemos en nuestra región no merezca un aprobado alto.
Al poco de iniciar la andadura en Valdredo nos asomábamos al extremo occidental de la playa de Las Vallinas o del Gallo desde donde se observa al otro lado el Cabo Vidio.
Bajamos a El Carreiro que con la marea profundamente baja permitía que asomara en su plenitud toda la roca de su playa. Multitud de mariscadores faenaban al oricio sin presagiar que arriba, en la Llosa de Burón, donde habían dejado sus coches, alguien, la autoridad competente, les esperaba con el talonario y el calibre.
Acometemos la subida que nos lleva a la rasa camino de Albuerne, para allí coincidir con la Ruta de Santiago en algún momento, salir a la carretera N-632 en el km. 136, y llegar a Novellana, Premio Príncipe de Asturias al pueblo ejemplar en el año 1992 (compartido con Soto de Luiña).
En Novellana, frente al bar, tomamos una estrecha carretera que finaliza en Las Matas (Casa del Médico), para continuar en bajada por una senda que nos deja sobre la playa del Riego, un bonito lugar con sus horadadas y llamativas rocas. A continuación cruzamos un prado, atravesado por un regato.
Al fin llegamos al que para una gran mayoría podría considerarse como el punto estrella de nuestra excursión: la playa del Silencio o del Gaviero, paraje de no fácil acceso con vehículo, medio escondida y rodeada de altos acantilados. El suave murmullo del roce de las pequeñas piedras movidas con el ir y venir de las olas son el único sonido perceptible. Al menos a la hora y fecha en las que nos hallábamos allí. La visita era de rigor ya que puede considerarse como uno de los valores de nuestra naturaleza asturiana.
Después tomamos una pista primero de tierra, subiendo, y luego de asfalto, y ya llaneando alcanzamos el pueblo de Castañeras.
A la altura de las primeras casas de Castañeras optamos por tomar el Camino de Santiago que, después de atravesar el río Cándano, nos dejaría a las puertas de Santa Marina. La atravesamos, y al final del pueblo, junto a una gasolinera abandonada, nos desviamos a la derecha saliéndonos de la carretera y coincidiendo nuevamente con el marcado Camino de Santiago.
Llegados a Ballota, decidimos la parada de avituallamiento.
Reanudada la marcha, caminamos bajando por la carretera unos trescientos metros hasta encontrar una senda a la derecha de cómodo piso que nos introduce en una frondosa arboleda hasta la playa de Ballota: de piedra y sin atractivo. Un pequeño riachuelo, Río Cabo, desemboca en mitad de ella formando una pequeña laguna y filtrando sus aguas entre los regodones. Nos hallamos en el límite del concejo de Cudillero con Valdés.
Paseada la playa de un lado al otro, subimos por el acantilado opuesto, siempre hacia el oeste.
Un camino nos lleva hasta el apeadero de Feve de Tablizo para poco después comenzar el descenso entre pinos hacia su amplia playa. Sorteamos un nuevo arroyo, el Vabliz, e iniciamos la subida hacia el pueblo de Ribón, donde nos advierten de la posibilidad de bajar, pasando una “fana”, a su playa, denominada de Ribón o de los Cuervos, e incluso en marea baja la viabilidad de alcanzar la playa de Cadavedo, cruzando las rocas que las separan, con el ahorro de kilómetros consiguiente. Sin saber si nos encontrábamos en bajamar nos encaminamos hacia allí por una senda que por momentos se hacía incómoda; era tan pendiente y resbaladiza que nos hizo ir con suma cautela. Pasadas las dificultades y una vez en la playa pudimos comprobar que las rocas y el islote Los Cuervos nos impedían el paso. Nos quedan serias dudas de que salvo en mareas muy extremas sea posible el tránsito hacia la de Cadavedo.
Regresamos a Ribón de nuevo para salir a la carretera (N-632) y después de una pronunciada curva, en el km. 151.5, aprovechamos una pista a la derecha que no abandonaríamos hasta llegar a la playa de Cadavedo, justo a un lado de su área recreativa. Previamente, alcanzado el arroyo Ribón por su margen izquierda, pudimos observar un viejo molino por el que seguramente hubiéramos podido atajar cruzando el riachuelo que tanto quebranto y rodeo nos había promovido.
Subimos a la Ermita de la Regalina. Otra visita obligada del recorrido de hoy, atalaya del Cantábrico donde las haya. Y después de disfrutar de sus panorámicas tomamos el camino llamado del Padre Galo, promotor de la ermita, para, llegados a la plaza de Campo Miares dar por concluida nuestra excursión del día.
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Playa de Vallinas, al fondo el Cabo Vidio. |
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Detrás, Albuerne. |
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Faenando el oricio en la playa El Carreiro |
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El Carreiro |
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Albuerne |
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Bajo vía de Feve
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Playa del Riego |
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Playa del Silencio |
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Iglesia de Santiago de Novellana |
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Ballota |
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Playa de Ballota |
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Aproximación a la playa de Cadavedo |
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Intentamos pasar por las rocas |
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Molino en la margen derecha del arroyo Ribón |
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Arriba, la atalaya de la Regalina |
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Acceso a la playa de Cadavedo |
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Cadavedo con su viaducto |
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Infructuoso intento de tránsito entre las playas de Ribón a Cadavedo por esas rocas |
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Vista al E desde la Regalina |
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Playa de Cadavedo |
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Ermita de la Regalina, con Cadavedo al fondo |
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Vista al W |
Variante
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